Me desperté de una canónica a la que me había ido a dormir muy pero muy triste y cansado pues anoche había dormido muy poco.
Como les decía, me desperté con una sensación clara: mi camino no es el celibato estricto, pero tampoco el abandono de lo que he construido espiritualmente. He recorrido un largo trecho, dejando atrás todo lo que en algún momento ensombreció mi esencia. Y en el sueño, como en la vida, sentí ese equilibrio posible: el disfrute de mi cuerpo y mi energía vital sin comprometer la integridad de mi espíritu.
Era un encuentro con personas que marcaron etapas de mi historia, algunas más cercanas, otras presentes de manera simbólica. Hubo una celebración, una invitación a la libertad, al gozo genuino de lo que somos. Y entre las palabras que resonaron, hubo una en particular que me hizo pensar: la necesidad de un “fetiche”. Pero lejos de interpretarla en su sentido convencional, en el sueño cobró otro significado, como si se tratara de un recordatorio sutil: mi vida aún necesita alegría, movimiento, expresión auténtica.
Me desperté con una certeza: seguiré honrando mi camino, cuidando lo que he construido con disciplina y respeto, sin renunciar al placer, a la conexión con mi propio cuerpo, pero sin ataduras ni excesos. Es un compromiso conmigo mismo, con la versión más sincera de quien soy.
PODES CONTINUAR LEYENDO ESTA HISTORIA EN LAS ENTRADAS ENTRELAZADAS QUE ESTAN ACÁ
No hay comentarios.:
Publicar un comentario